Ana Maria Roa
En algunos aspectos, confieso que no en un cien por ciento, no me siento a gusto siendo humana. La verdad es que quiero ser planta. Sin embargo, no he escogido aún qué planta me gustaría ser, así no pueda escoger yo. ¿O sí puedo? ¿Puedo reencarnar en un yarumo, en un curubo, en una ruda, en un diente de león? Me han dicho, que en aquellas religiones donde se cree en la reencarnación, se dice que uno es primero planta, luego animal y por último, humano. No soy tan sabia para saber si esto es verdad, mi fe tampoco es tan fuerte para ello; también es claro y evidente, eso sí lo sé con certeza y fe, que en esta vida sólo seré humana. Ahora bien, si en esta no soy planta y no sé si en la próxima exista alguna posibilidad de serlo, deberé hacer lo posible por transformarme en esta vida, desde mi humanidad.
Para ello, he desarrollado una serie de pieles en fieltro sobre hojas de yarumo que he recolectado. El fieltro (animal) es el intermediario entre el humano (yo) y la planta, es el momento de la reencarnación al que me debo devolverme como un primer paso, para posteriormente llegar a la piel de la planta en mi ser. El fieltro está hecho de lana de oveja, es un pelaje que se permite ser moldeado de distintas maneras, en este caso para conseguir una semejanza con las formas, cavidades y pliegues de la planta sobre la que se dispone. Así, la obra consiste en una serie de hojas de yarumo secas, sobre las cuales se han dispuesto paños artesanales de fieltro delgados, que han ido acoplándose a ellas, de modo que sobre ellos se han ido demarcando sus pliegues y formas características, las cuales se pretenden utilizar como segundas pieles en un supuesto proceso de transformación y juego a ser planta.